07 mayo 2016
Mientras algunos cuidamos del agua, de no botar basura a la calle, o practicamos algo tan simple como reciclar lo que se utiliza diariamente; un gran número de personas a nuestro alrededor vive como que nada estuviera pasando, indiferentes a esta realidad. Este pasaje bíblico que presentamos como referencia, habla de la cólera de Yahvé, y nos podríamos quedar sólo en el enojo, pero va más allá; es saber escuchar y ver los signos, los hechos o fenómenos que surgen con mayor frecuencia producto de la mala administración del ser humano.
Si nosotras, que somos agentes multiplicadores por excelencia, diéramos inicio, por ejemplo, a sembrar dos árboles por mes, por cada persona que conocemos o apreciamos, uno por cada pulmón sano que posee; ¿Haríamos diferencia? Pienso que sí. Estaríamos asumiendo un rol como el de la profetisa Joldá (mujer indígena), que asesoraba en los grandes asuntos de la comunidad y llegó a ser respetada y escuchada.
Encontramos sobre esta profetisa que surge en medio de un pueblo que vivía una situación difícil, en un gran sufrimiento, oprimidos, marginados, perseguidos y sometidos a reinados crueles, hasta el punto de que dejaron de creer en Yahvé y que se volvieron esclavos, con tal de no sufrir ni pasar páramos; y que, estando allí, promueve unión, amor, respeto hacia lo creado, administración, superación y renovación. Ese escenario es un tanto parecido a lo que evidenciamos hoy cuando, en nombre del progreso y de levantar viviendas, devastamos, contaminamos y destruimos lo que nos hará falta y será útil. Ella conocía los proyectos de AMOR Y JUSTICIA, contaba con la credibilidad, era testigo, en ella se evidenciaba su unidad con ese Ser Supremo que le inspiraba a realizar en su vida ordinaria acciones extraordinarias.
La pregunta que surgiría sería ¿Quiénes son las profetisas hoy día?, ¿Estaremos asumiendo nuestro rol como agentes transformadores? ¿Somos capaces de aportar, anunciar y denunciar en medio de nuestras comunidades? Estoy convencida de que SÍ. Cuando empoderamos a nuestros hijos; cuando somos motivadoras con nuestras pares, amigas, familiares y colegas; cuando nos nutrimos, preparamos, asumimos de forma heroica, no el papel que nos impone la sociedad sino el que requiere esta sociedad; al enfrentar profesiones, múltiples tareas simultáneas, ganando espacios importantes para aportar, humanizar y sensibilizar a los conciudadanos.
Este reto de remar contra corriente se adquiere siendo diferentes, no permitiendo que nos encuadren, en estereotipos fríos y vacíos, llenos de prejuicios, discriminación o manipulación; creyendo, reconociendo y asumiendo nuestras habilidades y talentos, que son capaces de transformar este mundo.
Shalom.
Lectura recomendada
El proceso de empoderamiento de las mujeres - Comisión de Mujeres y Desarrollo
Pensamiento