08 septiembre 2016
En este fragmento de la escritura conocido como el Hijo Prodigo, pero su nombre real y más acertado es del PADRE MISERICORDIOSO, es la figura que perdemos de vista en muchas ocasiones, es esta imagen de Dios que espera pacientemente, que le busquemos, que le reconozcamos.
Este padre escucha pacientemente las exigencias de sus hijos, que pedimos quizás sin darnos cuenta que es lo que solicitamos, en el caso nuestro como mujeres hemos pedido a lo largo de la historia humana, en ocasiones: un hombre que nos ame, unos hijos buenos, una familia ejemplar; pero al final elegimos es por cuenta propia.
A nivel de la fe hemos pedido espacios, hemos buscado espacios, hemos deseado y logrado ser reconocidas como misioneras, educadoras de la fe, delegadas, evangelizadoras, predicadoras, animadoras comunitarias, roles que ejercemos aunado a roles civiles.
Se ha luchado contra el despilfarro, la imagen de mujeres fáciles de conquistar, de ser símbolos sexuales, de ser utilizadas por el consumismo, podríamos decir que mientras algunas hacemos la lucha de vivir en plenitud dando el aporte mejor a los nuestros, tenemos mujeres que se dejan arrebatar con la ilusión de la fama, de ser el centro del mundo, nos presentamos egoísta, altaneras, groseras; y para alcanzar este reconocimiento crucifican su dignidad, su independencia, sus familias y en ocasiones hasta la vida.
Este momento de vida es estar en la muerte, vivir la pasión el sufrimiento, la humillación, el desprecio.
Saber que tenemos un padre que espera que volvamos a retomar nuestro lugar, ha impulsado nuestras capacidades hoy ocupamos muchos de los lugares que por años han sido ejecutados por varones dentro de las iglesias. Pero tenemos que iniciar en la iglesia domestica mantener nuestras cocinas limpias, cama ordenada, mesas ordenadas, caridad en el atender a otros, cuidar nuestra salud, saber escoger hasta lo que nos ponemos, como nos arreglamos, tratarnos como hijas predilectas del padre, perseverar en la fe, y cultivar nuestra vida espiritual; con ello llegamos a la pascua; a la vida, al encuentro con el creado.
Shalom
Escuchar la vida de hermana teresa de Calcuta