Debajo, un rótulo con su nombre: doctor José Luis Linares. Linares es uno de los más de 1.700 profesionales de la salud muertos por COVID-19 en México y que fueron homenajeados por el gobierno, que decretó tres días de luto nacional que concluyen el lunes, Día de Muertos.
Puede que su deceso esté incluido en ese registro pero no le correspondió la indemnización que el gobierno concede a los profesionales de la salud que mueren por el coronavirus mientras se esfuerzan por salvar la vida a otros. Este apoyo es solo para quienes laboran en los centros COVID, dice la viuda María del Rosario Martínez, también médica.
Linares atendía pacientes de forma privada en un barrio marginal del sur de Ciudad de México a 30 pesos la consulta (dólar y medio) que, a veces, ni cobraba, señala Martínez. A la doctora no le cabe duda que su esposo se contagió en ese consultorio donde recibía a gente de muy bajos recursos que no se cuidaba.
El doctor tenía sus pulmones dañados porque en la epidemia de 2009 se infectó de Gripe A. Martínez asegura, empero, que “no fue por descuido”.
“Yo le decía, ‘Luis ya no vayas a trabajar’ pero me decía, ‘entonces, ¿quién va a ver a esa pobre gente?, recuerda.
Las autoridades pidieron a los médicos en situación de riesgo quedarse en casa, pero Linares se resistía.
“Siempre fue igual ayudar, ayudar, ayudar”, señala Martínez frente a su tradicional altar del Día de Muertos que esteaño, además de flores, comidas y papel picado, tenía numerosos ‘muertitos' pasando consulta, operando o poniendo inyecciones como otras muchas ofrendas a lo largo y ancho de un país que, en septiembre, según el recuento de Amnistía Internacional, era la nación donde habían fallecido más profesionales de la salud, por delante de Estados Unidos o Brasil.